Toda persona que
desea una vida espiritual siempre tiende a buscar un maestro. Es natural que
busquemos a alguien que nos enseñe, alguien que conozca el camino, que nos pueda ayudar, entre otras cosas.
Los maestros han existido desde que el ser humano comenzó
a tener suficiente conciencia de sí mismo,
y así, cuestionar, de donde viene, a donde va, qué es la vida, ¿existe
un ser superior? Etc.
En el proceso de
hacernos conscientes, siempre hubo alguien más que andaba un paso
adelante. Ese alguien, de alguna manera
trató de enseñar lo que sabía, pero, también tenia que enfrentarse a una
sociedad que se sofisticaba cada vez más, que comenzaba a experimentar su
evolución mediante la formación de grupos e poder que poco a poco iban tomando
el control del resto de la población.
Los grupos de poder,
desde que aparecieron en este mundo como consecuencia de la evolución de la
sociedad, se dieron cuenta de algo: necesitaban herramientas de sometimiento
para controlar a las masas, así, no tardaron en darse cuenta de que la
verdadera espiritualidad, desfigurada a través de religiones, disciplinas,
filosofías, etc., servía muy bien para lograr sus objetivos, así, cada
expresión sincera de espiritualidad fue manipulada intencionalmente, creando
leyes, reglas, ritos, ceremonias, ídolos, amuletos, imágenes, etc. La esencia
de la espiritualidad quedó oscurecida, porque la verdadera espiritualidad, es
en esencia libre y hace a las personas libres, y eso nunca les convino a los
grupos de poder.
La humanidad, ha
dado pocos maestros que predicaron la libertad y el amor, la mayoría, han
quedado relegados, marginados, y olvidados. A los que este sistema adoptó y
ensalzó, esta sociedad los ha utilizado tergiversando sus enseñanzas.
Un verdadero
maestro, trata de que comprendamos, el sabe que no hay otro camino. Pero
también sabe que comprender es
complicado y que no depende de cuanto hayamos estudiado, ni, de si seguimos a
algún maestro. Un maestro, sabe que lo único que puede hacer, es tratar que
dentro de las personas que lo escuchan, algo se mueva, algo despierte.
Entonces, el que
podamos comprender algo, no es tarea ni responsabilidad del maestro. Cada quien
tiene que comprender. Un profesor de matemáticas, por muy bueno que sea, solo
nos puede ayudar explicándonos bien las cosas. Más allá de eso, si comprendemos
o no, es nuestra tarea. Por esta razón, no importa cuan bueno sea el maestro,
si el estudiante no asume la responsabilidad de comprenderlo lo se le enseña,
habrá perdido el tiempo.
Pero comprender, es
algo muy complejo. Primero: cada quien comprende lo que es capaz de comprender.
Así, cada quien comprende de diferente manera y a un nivel diferente. No hay
dos comprensiones iguales.
Tener la comprensión
de algo, es descubrir el sentido profundo de algo. Descubrir el sentido profundo de algo, tiene que ver
con cuan capaces somos de observar algo. No solo eso, sino, con qué
herramientas contamos para realizar ese proceso. Así, en la comprensión están
involucradas muchas cosas como nuestra edad, sexo, intereses personales,
cultura, nacionalidad, religión, creencias,
y cualquier otra capacidad extra que tengamos.
No diré que para
comprender hay que hacer esto o aquello, sé que finalmente el tiempo hace sus
cosas, y si es que nos esforzamos y tenemos la mente amplia, vamos a poder ir
trascendiendo todo aquello que hace que nuestra compresión no sea profunda.
Más allá de la
comprensión de la mente, existe la comprensión de la conciencia. Esa, es la
comprensión de nuestra alma. La comprensión del alma es totalmente diferente a
la comprensión mental. La mente, sistematiza, clasifica. La mente, jerarquiza,
organiza de una manera esquemática todo; eso es un nivel de comprensión,
pero no es la comprensión del alma.
El alma comprende de
una manera diferente. Esa comprensión es difícil de explicar, pero diré que
para la comprensión del alma no hay sistematizaciones, ni clasificaciones. El
alma no jerarquiza ni esquematiza nada. El alma "observa" todo en un contexto
atemporal y sin ubicación específica. Todo está relacionado para el alma. Así,
no hay nada en este mundo que sea solo problema de uno. El alma comprende que
hilos invisibles nos unen a todo.
La gracia del alma
es la síntesis. La síntesis solo puede ser lograda cuando no hay
condicionamientos que distorsionen la percepción de lo que queremos comprender.
Si queremos comprender. tenemos que tratar de ser simples observadores de
cualquier cosa, solo así, nuestra alma puede observar.
Finalmente, cuando
estamos en el proceso de comprender, ¿qué queremos comprender? La verdad, dicen
muchos, pero no hay tal verdad. El amor, dicen otros; pero no hay amor. La
muerte, dicen otros más; pero no hay muerte. Así, en el afán de comprender nos
damos cuenta de que no hay nada que comprender, que la vida es como es, y que
lo mejor es prepararse para un día enfrentar lo desconocido.
Un obstáculo para la
verdadera comprensión, es el maestro. Un verdadero maestro no te dirá que lo
que él dice es la verdad. Un verdadero maestro te dirá que busques la verdad en
ti, en tu alma. Pero nuestra alma es una parte tan íntima y delicada que no acepta
nada a medidas. Nuestra alma nos dice "¿Quieres saber? ¿Quieres
comprender? Entonces, Yo soy el maestro".
Dos maestros no
caben en la búsqueda de la verdad y la sabiduría. Así, llega el momento en que
tenemos que decidir a qué maestro vamos a seguir. Si nos decidimos por el
maestro externo, pasaremos toda una vida repitiendo lo que alguien más dijo y
nunca comprenderemos nada, porque repetir algo no es comprender. Si elegimos a
nuestra alma como el maestro de nuestra vida, todo un mundo de sorpresas,
conocimiento y sabiduría se abrirá a
nosotros.
Hace mucho que
escucho: "pero el maestro dice, o dijo esto acerca de ..." Si estamos
en ese estado, quiere decir que todavía somos el niño aquel que dice a sus
amiguitos: "pero mi papá dice que no hay que pegar a los demás. Pero mi
mamá me ha dicho que me porte bien".
No hemos madurado, y no hemos querido asumir el riesgo de nuestro
crecimiento espiritual. Queremos seguir teniendo al papá que nos dice lo
correcto y lo incorrecto. No nos queremos esforzar en comprender nosotros
mismos. Nos da miedo sacar nuestras propias conclusiones, y nos aterra cometer
el terrible pecado de traicionar al maestro. Pero como ya lo dije antes: la
peor traición, es traicionarse a uno mismo.
Cuando nos atrevemos, cuando tenemos la osadía, la audacia, de asumir nosotros mismos la formación de nuestra espiritualidad, algo pasa, nuestra alma despierta y se manifiesta, por fin hemos dicho adiós al maestro externo. ¡El maestro ha muerto. Viva el Maestro!
Decir adiós al
maestro externo significa olvidar todo lo que nos enseño. Tirar a la basura
todos los libros que leímos y que venerábamos, es otra cosa que debemos hacer.
Deshacernos de nuestros amuletos, imágenes, creencias, dogmas, filosofías, etc…
es necesario, porque decir adiós al maestro externo, significa que nos
presentamos ante nuestra alma con las páginas en blanco para que ella escriba
la historia de nuestra vida.
Cuando nos hemos
liberado de quienes estaban usurpando el lugar de nuestra alma, nuevas formas
de pensar aparecen. Nuestra comprensión tridimensional se transforma en
multidimensional, y la síntesis se hace visible y posible.
Todo es conciencia,
y para esa conciencia que es conocida como dios, reconocerse a sí misma como tal, es su máximo regocijo.
Bienvenido a casa, aunque siempre estuviste en ella.
Ivan Guevara
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