Antes que nada, quisiera comenzar agradeciendo las quinientas mil visitas a este blog. Cuando
comencé a escribir, nunca pensé que tantas personas leerían lo que comenzó
siendo algo así como un pasatiempo.
Este año (2015) fue para mí, uno de profundo aprendizaje y dolor. Hubo momentos en que pensé que moriría, y de alguna manera fue así. El Ivan de comienzos de este año, ya no es, se quedó en algún lugar y murió. Renacer, para mí, fue un proceso doloroso. Fui mi madre y fui el hijo al mismo tiempo. Me parí, y aún no termino.
Algo pasó en este año, la aventura de conocerse que hasta
ese momento fue agradable, alegre, y disfrutable, se tornó en una experiencia
dolorosas y llena de temores. A veces
pienso que buscar más allá de lo que se debe, puede llegar a ser
contraproducente. En este mundo las cosas son mus simples a simple vista, pero
el trasfondo de cada pensamiento, sentimiento y acción, es abstracto.
Aprender es el acto más sublime de valor y arrojo. Así, me
involucré en una experiencia en la que conocerse se convirtió en una
experiencia de terror. No sabía si algún día terminaría todo, y lo peor, no
sabía cómo terminaría. Pensaba siempre en un desastre, pero, muy dentro de mí “mañana
será otro día” era una voz que se repetía con insistencia. Y así fue, siempre, el mañana era otro día, y aunque parecía igual que el anterior, era tan diferente, y era una oportunidad más para conocerse.
En la búsqueda de lo que hay más allá, muy pocos están dispuestos a pagar el
precio, cuando realmente se va a buscar eso que está más allá. Pero si uno lo hace, y sale bien librado, es una
lección increíble de amor, paciencia, y valor. No hay nada que valga más que
conocerse sin distorsiones, sin ilusiones, sin mentiras interesadas. El verse a
uno mismo, tal y como es, puede ser la experiencia más aterradora que uno haya
vivido. El conocer experimentalmente lo que uno es realmente, es un acto que en
algún momento, cada quien deberá vivir.
Conocer nuestros miedos, sintiéndolos en cada célula es una
experiencia que hace que quieras salir corriendo. Pero, ¿donde uno va ir? ¿Dónde
huir? ¿Dónde escapar? no podemos, donde quiera que vayamos, llevamos lo que
somos.
El miedo, el miedo, gran maestro. Hay miedos y miedos. El
que me tocó experimentar, fue de los peores, casi
enloquezco. Afortunadamente, no fue así. Más allá de todo lo que experimenté,
más allá de todas las circunstancias que me tocó vivir, siempre, había algo que
me decía “todo va a pasar”. Así, cada
día, cada noche, nunca se repitieron. Eso fue lo mejor. Cada día era una lección
diferente de la que en su momento escribiré.
Todo es abstracto; más allá de la sencillez, de la simpleza
del ser humano, hay una complejidad indescriptible. Todo lo que sé, quedó corto.
En fin, les deseo un feliz Año Nuevo y
que sigan aprendiendo. Cuando se acaba el aprendizaje no queda nada. No queda
ese asombro ante lo desconocido. No queda el estímulo que tanto necesitamos los
que siempre andamos buscando cosas nuevas.
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